Uno de los conceptos más sonados en los últimos años es, sin duda, el de ‘agilidad’, el cual se entiende como la capacidad de una organización para renovarse, adaptarse al cambio y obtención de resultados en un entorno adverso.

Donald Sal, profesor de la London Business School y estudioso de este concepto, indica que hay tres tipos de agilidad que son clave para las empresas: estratégica, de portfolio y operativa.

La agilidad estratégica ayuda a identificar y cuantificar las oportunidades del mercado con miras a aprovechar su potencial. La de portfolio se refiere a la capacidad de gestionar los recursos de la empresa de manera rápida y efectiva; mientras que la agilidad operativa alude a la habilidad para la toma de decisiones.

Para implantar este modelo de gestión en las organizaciones hay algunos pasos clave:

1. Impulsar el cambio cultural desde la dirección general. La iniciativa de ser más ágiles debe permear en cascada desde la dirección general hacia el resto de la organización.
2. Implementarla en proyectos específicos. Hay que seleccionar el proyecto o proceso para implantar este modelo de gestión; se recomienda que sean críticos para el negocio.
3. Desarrollar talento. La filosofía Agile exige personal conocedor de la metodología, por lo que es importante que antes de implementarla, se le capacite en la materia.
4. Control del proceso. pese al carácter improvisador del que parece hacer gala Agile, lo cierto es que requiere un cierto orden. No se trata de establecer un marco rígido de actuación, sino de estimar los esfuerzos que requerirá cada sprint, para establecer objetivos realistas y optimizar el reparto de los recursos.

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